Cultura,mitos y leyendas


Se sugiere continuar visualizando la información del blog al escuchar el famoso "Son Beuh"

Ubidxa xti’ galaa dxi


Ndaani’  xquidxe’ nabeza ubidxa,


ruxooñe’ lade niaa yoo,

rigui’ba’  ne randagaa lo ca yaga,
raze yudé sica ti xcuidi,
ruxidxi ra rugadxe niaa ruaa nisa guiigu’.
Nácani bixé’ xti’ neza,
bisiá ni rucheeche biaani’,
xtuxhu nisa nexhedxi ndaani’ bizé,
guixibidxi caya ‘qui’ galaa dxi.  
 Sol de mediodía
En mi pueblo habita el sol,
corre entre las piernas de las casas,
trepa y se columpia en los árboles,
se baña de polvo como los niños,
sonríe al mojar sus pies a la orilla del río.
Es el duende de los caminos,
gavilán que esparce la luz,
fulgor del agua dormitando en el pozo,
hojarasca en llamas al mediodía.

Tomado de: Ca diidxa’ guchendú / Palabras germinadas de Esteban Ríos Cruz

Tradiciones del Istmo de Tehuantepec


1. La vela muxe

Se denomina muxe (‘mushe’) al género que define a una persona nacida con sexo genital masculino que asume roles femeninos en cualquiera de los ámbitos social, sexual o personal. En claras palabras, un muxe es lo conocido como homosexual .En una familia tradicional, el muxe todavía suele ser considerado por su madre como “el mejor de sus hijos” o como “una bendición” ,ya que nunca abandona a los padres en los momentos difíciles de la vida: la vejez y las enfermedades. Es esa lealtad la que los hace el distintivo de la región. lncluso es posible que, al morir los padres, asuman el rol de autoridad moral, como elemento unificador de la familia.

En Juchitán tiene lugar la celebración de la famosa vela de “Las auténticas intrépidas buscadoras del peligro”, o vela muxe, que se lleva a cabo en el mes de noviembre. En esta vela existen todos los elementos de una vela (la calenda, la misa y el baile, y también se eligen reinas y capitanas).







2. El mediu xhiga

En toda boda istmeña que se precie de ser tradicional no puede faltar este ritual cuyo origen proviene de la composición de las palabras “mediu”, que significa valor de la moneda real, y “xhiga”, que en zapoteco significa jícara.

Al ritmo de la música tradicional, los novios reciben “la cooperación” de sus invitados. Ubicados en el centro de la fiesta y sentados con la tradicional jícara istmeña o jicalpextle, los invitados depositan dinero y, a cambio, a cada donador se le obsequia un cántaro de barro negro, decorado con flores de colores vibrantes.

Cuando terminan de bailar el son “Mediu xhiga” se rompen todos los cántaros contra el piso, lo que traerá bendiciones y abundancia para los recién casados.






3. La comida tradicional istmeña

Si de comida se trata, los istmeños se pintan solos. Las mujeres son excelentes panaderas que aún usan los hornos tradicionales de adobe y madera para hacer pan de maíz molido, endulzado con piloncillo o panela, dándole forma de rosca. También hacen dulces de coco, de calabaza (guitu), de chilacayote (guitu shembe), biznagas de limón (hriga limón) y unos riquísimos muéganos.



Sin duda alguna, si llegas a visitar el istmo, debes probar el tradicional totopo. Se elabora desde hace muchas generaciones en el pueblo de Santa María Xadani, pero también los hacen ya en Juchitán, Tehuantepec y otros pueblos cercanos. Es una tortilla de maíz, redonda, de diferentes tamaños, cocida y tostada en comal. El totopo se aplana con las manos, de ahí viene el término “echar tortillas”.


4. El vestuario de las mujeres istmeñas

Sin duda, uno de los trajes regionales más bellos del país, y no lo decimos por que seamos de la región, pues el colorido y la elegancia distintiva de este, ha recibido maravillosos comentarios no solo en el país, sino que también del extranjero.
En el Istmo la vestimenta no señala la división de las clases sociales. Hay trajes para las labores diarias así como trajes de gala y media gala. Las novias, por ejemplo, lo usan en color blanco; aquellas mujeres que están de luto, el vestido es negro con algunos toques en blanco. Los trajes para el día a día, suele ser de popelina y el bordado realizado a máquina.
El resplandor que hizo famoso Frida Kahlo sólo se utiliza para ir a la Iglesia. Esta prenda es una especie de blusa cuyo cuello es el resplandor, donde las mangas se colocan una en el pecho y la otra en la espalda, dejando sólo la cara de la mujer al descubierto.
El trenzado del cabello puede ser muy elaborado, con grandes cintas o listones de colores y flores naturales o artificiales; el atuendo se complementa con los collares. Estos pueden ser de oro puro de diferentes kilatajes o de fantasía, y hay personas que llevan de dos a tres collares, un semanario (siete pulseras de oro), aretes grandes colgantes, anillos y hasta pulseras en el tobillo. Los hombres deben de acudir con pantalón y calzado negro, y guayabera de manga larga.





¿Apoco no es de los trajes más bonitos?

5. La mayordomía

En algunos pueblos y con mucha anticipación, se nombra un comité de festejos populares que se encarga de preparar fiestas profano/religiosas cada vez más elaboradas y grandiosas que las anteriores. Los mayordomos suelen ser un matrimonio o un comité de vecinos que se presentan a solicitar ante el comité anterior la nueva mayordomía.

Por lo general son personas que, por manda o promesa ofrecida al santo patrono de la población, quieren hacer la fiesta como pago de la misma y se comprometen a efectuar todos los gastos que origina. Aunque claro que el resto del pueblo coopera gustosamente con las tareas. Aunque resulte difícil creerlo, a veces hay lista de espera de años para lograr ser mayordomo.


6. La molida del polvo

Se desarrolla unos días antes del inicio del festejo, para tener todo listo para preparar tamales, mole, chocolate y panes que servirán como “xinda” u ofrenda para la comunidad que acude a dar su “tequio” o trabajo grupal y su contribución en especie, como chocolate, harina, huevos o azúcar. Estas ofrendas se repartirán durante los preparativos de la fiesta y para las personas que asistan a la misa el día principal o “lanii”.


7. La calenda

Es considerada el anuncio a los cuatro vientos del inicio de la fiesta y una invitación abierta para unirse. Se ve a casi todo el pueblo desfilando acompañado por los sonidos ancestrales del tambor e instrumentos de viento.
El estruendo de los cohetes lanzados por expertos coheteros anuncia la cercanía de la procesión. El contingente puede hacer paradas en algunas casas, donde se rezan oraciones y se ofrece a los integrantes chocolate, agua de frutas, piezas de pan y hasta tamalitos. Las mujeres visten sus trajes tradicionales y obsequian collares de flores.



8. Las tradicionales velas

Originalmente, las velas fueron celebraciones de corte religioso en las que la mayoría de la población pasaba la noche velando al santo patrón del pueblo, como una muestra de su fe y lealtad. Hoy en día aún con claras reminiscencias de la celebración religiosa, las festividades sirven para fortalecer los vínculos entre las familias que ejercen la mayordomía y los habitantes del poblado.

Estos festejos suelen durar entre 3 y 4 días. Inician con la calenda, luego con una misa en honor de su santo patrono, y continúan por la noche con una gran fiesta en la que la gente convive, baila, comparte la comida o botana y realiza el cambio de mayordomía. Al día siguiente, continúan con el recalentado, y siguen realizándose preparativos para los demás festejos.

El baile de gala de la vela se inicia con música de viento amenizando los tradicionales sones del istmo oaxaqueño, continuando con música popular; después de la medianoche se hace la entrega por los mayordomos salientes a los “mayordomos entrantes, quienes al término de la ceremonia bailan al ritmo de “La Paloma”, melodía tradicional propia de la ocasión; y al filo de la madrugada se escuchan las notas del son “Lucero de la mañana” para anunciar el fin de la fiesta.

Las velas más tradicionales se celebran en el mes de mayo en Juchitán: San Vicente Goola’ (grande), San Vicente Huinii’ (chico), Vela San Isidro, Vela Biadxi, Vela Angélica Pipi, Vela Cheguigo’ (detrás del río).


9. La regada

Llamada también convite durante las fiestas de la vela, esta es una tradición muy esperada por habitantes de la comunidad, ya que es un desfile donde los organizadores salían antiguamente a las calles en carretas tiradas por un buey o caballos, muy adornadas con flores naturales o de papel. Actualmente, es común ver carros alegóricos, como si fuera un pequeño carnaval, y además va presidido por la reina del baile y las amigas, todas con sus mejores trajes de gala. Avientan flores, frutas, jarritos, juguetes y dulces para los niños y hasta utensilios de cocina, como recuerdos de la fecha.

Todas las mujeres que acompañan a la reina y a la capitana recibieron meses atrás la invitación, cuando les fueron llevados regalos como torta de pan de manteca, marquesotes y chocolate. Recibir estos obsequios obliga moralmente a estrenar trajes, ensayar bailes tradicionales y acompañar en todo el recorrido que se hace por las principales calles de la población portando velas y flores, así como jicalpextles o jícaras pintadas a mano en los cuales llevan frutas y juguetes, globos banderitas de papel o de tela, que obsequian en el trayecto a los visitantes y sus amistades.



10. La botana

Es una serie de platillos que se van sirviendo durante todo el festejo de diversas preparaciones como chile relleno, cacahuates, taquitos dorados, molotes, camarón con pico de gallo, pescado baldado, quesillo, entre otros. Estos platillos son preparados por las esposas de los mayordomos y su comité. Generalmente, las mujeres del pueblo acuden gustosas a ayudar en su preparación, ya que además es una forma de ponerse al día en cuanto a las noticias más relevantes de la comunidad. Las mujeres de mayor edad, son las que dan el visto bueno a la sazón de los alimentos.

 

11. La limosna

Aunque el mayordomo ahorrara por meses, no habría dinero que alcanzara para pagar estas fiestas multitudinarias que duran varios días. La limosna es, entonces, la cooperación voluntaria que aporta la gente que quiere colaborar. No importa cuál sea el monto, todos dan el presente. Piensen que son fiestas en las que pueden haber hasta 4000 invitados y en los que se han llegado a contabilizar hasta 96,000 botellas de cerveza consumidas en los días que dura el festejo.

Los hombres cooperan con un cartón de cerveza.

12. La lavada de olla

Es el último día de los festejos. Es una convivencia, ya sin tanta formalidad, donde pueden participar quienes no pudieran asistir a los bailes principales, asimismo amigos más cercanos y familiares.

Originalmente se trataba de una forma de participación comunitaria para lavar ollas, trastos y demás enseres empleados en la fiesta, de ahí su nombre. Actualmente se han dejado aquellas tareas para el día siguiente que se le denomina recalentado, donde de todas formas se continúa con el brindis.  




CUENTOS, MITOS Y LEYENDAS.



La leyenda de Tangu Yuh



En Tehuantepec, muy al sur de México, hay un juguete que se hace especialmente para el Año Nuevo: una pequeña figura de barro de la diosa Tangu Yuh. Está vestida igual que las mujeres zapotecas que viven en Tehuantepec: lleva una amplia falda con volantes sobre una enagua blanca plisada y un huipil con brillantes bordados. Sus trenzas, entrelazadas con listones de colores, están reunidas en lo alto de su cabeza como una corona. Sus ojos son negros y relucientes, sus labios rojos como jitomates y sus brazos se extienden como para acercarte a ella.

¿Sabes por qué Tangu Yuh es especial para el pueblo de Tehuantepec en el día de Año Nuevo? Porque una vez, hace mucho tiempo, ella los visitó en esa fecha. En aquella época, todos los zapotecas vivían juntos y muy felices. Se ayudaban en todo, desde la siembra hasta la construcción de sus casas.

Su tierra siempre estuvo dividida en tres partes: norte, centro y sur. Hoy en día, como en aquel entonces, las mujeres del norte tejen hermosas telas que bordan con hilo de seda.

Los hombres de esa zona eran famosos cazadores de iguanas, venados y jabalíes.

La gente del sur eran los artistas de Tehuantepec. Hombres y mujeres trabajaban el barro y la madera y modelaban recipientes y también tambores y flautas, que tocaban toda la tarde.

En la región central de Tehuantepec estaban los comerciantes. Las mujeres dirigían los mercados. Y eran los hombres los que llevaban los tejidos y las pieles de sus vecinos a las tierras altas de las montañas. Ahí intercambiaban esa mercancía por recipientes de barro verde vidriado y jícaras labradas que les gustaban mucho a los zapotecas.

En general, los zapotecas vivían en paz y cooperación mutua. Pero siempre hay problemas, incluso en el paraíso. El problema para los zapotecas era que nadie en Tehuantepec se sentía realmente especial. Los alfareros del sur pensaban con frecuencia: —Nuestras vasijas son bellas, pero también lo son los tejidos de nuestros hermanos del norte.

La gente de la región central se decía: —¡No entiendo! ¿Por qué tenemos que viajar tan lejos para comerciar con lo que hacen nuestros hermanos y hermanas? ¿Acaso somos sus sirvientes?



Pero en los cielos, los dioses estaban más que satisfechos con la armonía y tranquilidad que reinaba en Tehuantepec. Desde sus alturas, no podían ver los oscuros pensamientos y las sensaciones de enojo en las mentes y los corazones de la gente. Los dioses decidieron que los zapotecas debían verse bendecidos con la visita de uno de ellos y eligieron a Tangu Yuh como representante.

Entonces algo increíble le sucedió al pueblo de Tehuantepec en la víspera del Año Nuevo. Justo cuando los niños daban vueltas en la cama, y sus padres, recién levantados, se desperezaban para preparar el desayuno, un resplandor de relámpagos atravesó el cielo. Pero en lugar de oírse el trueno, que usualmente suena durante las tormentas, una música celestial llegó a la tierra. De pronto, extrañas criaturas con alas gigantescas de plumas de plata llenaron el cielo, tocando trompetas y palos de lluvia. Una voz mágica hizo eco en el firmamento y anunció que una diosa quería visitar al pueblo más feliz de la tierra.

¡Era Tangu Yuh! Se veía tan hermosa, con su ondeado cabello oscuro y su reluciente falda de terciopelo. ¡Mágicamente hermosa! Era tan bella que nadie podría describirla.

Los habitantes de la región del norte estaban sorprendidos de ver que la diosa traía puesto un vestido como los que ellos usaban en sus fiestas. Pero el de Tangu Yuh brillaba como el oro y sus colores eran vivísimos. La rodearon, estudiando el diseño de su traje para grabarlo en su memoria. Si lograban reproducirlo, ¡lucirían espectaculares! Era una locura.

Por los valles y las colinas, las trompetas anunciaron a los de la región del centro que era su turno. Tangu Yuh voló por el cielo del valle para llegar hasta ellos. ¡No podían creer que la diosa les hablara en su propia lengua! ¿Qué verdad celestial podría decirles acerca de sus actividades comerciales? Si escuchaban el consejo de una diosa, ¡se volverían el pueblo más rico de la tierra! Todos de la región del centro, hombres y mujeres, le hacían preguntas a gritos a Tangu Yuh al mismo tiempo. Un tremendo barullo se elevaba hacia el cielo. Nadie podía oír nada.

Finalmente, la diosa descendió sobre la región sureña. Sus habitantes corrieron a reunir sus instrumentos musicales para poder recibir a la diosa con trompetas resonantes y melodías celestiales. Se reunieron en el centro del pueblo y tocaron con todas sus fuerzas. ¡Seguramente Tangu Yuh se daría cuenta de que los habitantes de la tierra podían hacer música como los mismos dioses! Algunos soplaron tanto en sus flautas que acabaron desmayándose. Algunos golpearon sus tambores con tal ímpetu que las baquetas se partieron por la mitad. Se formaron en procesión y marcharon hacia el centro. Todo era un desastre.

— ¡Mira! Ahí vienen los del sur, tocando música —decían los del centro y del norte—. ¿Por qué tardaron tanto?

Viendo la confusión y el desorden que había causado, Tangu Yuh se preguntó: —¿Y ésta es la tierra de armonía y paz que vine a alabar?

Estaba muy desilusionada y molesta. Reunió a los seres celestiales y volaron directamente hacia las nubes.

Cuando los de la región del sur llegaron donde sus vecinos, la diosa ya había regresado a los cielos.

Los sureños se sentían muy mal. Apenas habían visto a Tangu Yuh antes de que desapareciera y acribillaron a sus vecinos con preguntas: —¿Cómo era? ¿Cómo eran sus ojos? ¿Y su voz? ¿Qué les dijo?

Pero los norteños habían estado tan concentrados en copiar el diseño de su traje que en realidad no habían observado bien a Tangu Yuh. Y los del centro le habían hecho tantas preguntas que nunca se enteraron si las había contestado o no.

El desaliento reinó en Tehuantepec. Los telares callaron y los hornos de barro se quedaron vacíos. Los zapotecas, normalmente risueños y cantarines, estaban cada vez más tristes. Esperaron y observaron el cielo durante muchos días, deseando que Tangu Yuh retornara. Pero no lo hizo, así que todos volvieron a su trabajo. Los norteños empezaron de nuevo a hilar, pero sus telas eran ahora un poco más bellas después de haber visto a Tangu Yuh. Los del centro siguieron comerciando, pero fueron un poco más justos porque se sentían bendecidos por la diosa. Y los habitantes del sur crearon una canción, con una suave y triste melodía y se la enseñaron a los del centro y del norte:

Diosa de la tierra,

¿Qué no hubiera dado por ver tus ojos?

¿Qué no hubiera dado por ver tus ojos?

¡Diosa de la tierra!

El tiempo pasó y la gente ya no les hablaba de la diosa a sus hijos. Era como si hubiera sido un sueño, flotando en la noche. Pero cada año, en la noche de Año Nuevo, todos se reunían y cantaban la canción de Tangu Yuh lenta y tristemente.

En los cielos, los dioses oían la canción y observaban a los habitantes de Tehuantepec. Notaron que los del norte hilaban telas para todos. Notaron que los del centro comerciaban con todos sus vecinos. No estaban convencidos de que otra visita de Tangu Yuh sería diferente. Pero Tangu Yuh sí lo creía. —Permitamos que mantengan la esperanza —dijo.

Así que una vez, a la mañana siguiente del Año Nuevo, cuando nadie lo esperaba, la música de las trompetas celestiales sonó en todas las plazas y una voz tronó en el centro de cada poblado: “¡Tangu Yuh! ¡Tangu Yuh!”, decía.

Y el eco de esa voz alcanzó todos los rincones de la tierra y del cielo. ¡Qué alegría sintieron los zapotecas! Sin perder un instante, comenzaron a planear una fiesta en su honor, la más grande que pudieran imaginarse.

Desde entonces, el espíritu de Tangu Yuh está con ellos cada Año Nuevo, cuando se celebra su fiesta. Antes del Año Nuevo, los norteños comienzan a tejer ropa nueva. Los comerciantes del centro traen nuevos alimentos de más allá de las montañas. Cada año, los sureños componen nuevas canciones para los coros de Tangu Yuh. Pero sobre todo, los alfareros del sur hacen nuevas figuras de barro de la diosa, y cuando las piezas son retiradas del horno, se oye un murmullo que viene desde arriba. Todos los habitantes de Tehuantepec están convencidos de que cuando los alfareros logren capturar con realismo el rostro de Tanguh Yuh, ella los visitará de nuevo.

Cuando regrese, le tendrán lista su fiesta. Habrá una banda musical a la cabeza de una enorme procesión. Las banderolas ondearán en cada techo y las flores se desbordarán en cada balcón, en cada ventana. Habrá chocolate, pan dulce y mezcal, valses y danzones para bailar. Todo y todos festejarán a Tangu Yuh. Seguramente, ella volverá.

Glosario

Enagua: prenda de vestir para mujeres que se utiliza debajo de la falda.

Huipil: del nahua huipilli. Especie de blusa o falda adornada que usan las mujeres indígenas.

Jícara: del nahua xicalli. Vasija pequeña de madera, ordinariamente hecha de la corteza del fruto de la güira o de loza, que suele emplearse para tomar chocolate u otros alimentos.







                                             Santo Domingo y la Serpiente


Cuenta una leyenda zapoteca de Santo Domingo Petapa,  municipio ubicado en la región del Istmo de Tehuantepec, que hace muchos años dicho pueblo estaba asolado por numerosas inundaciones que provocaba una temible Serpiente. Todos los habitantes de Santo Domingo estaban sumamente preocupados, pues las inundaciones eran tan fuertes que pensaban que un día el agua podría acabar con el pueblo haciéndolo desaparecer completamente.

Ante tanta preocupación, dos personas que eran nahuales, es decir que tenían la capacidad de convertirse en animales por sus facultades chamánicas, decidieron poner remedio a la catastrófica situación. Una de las personas-nahuales era oriunda de Santo Domingo; y la otra procedía de Tlacotepec, pueblo limítrofe a Santo Domingo. Estaban dispuestas a matar a la Serpiente para solucionar tan tremenda situación.


Antes de partir a cumplir con su noble tarea, les dijeron a los habitantes del pueblo que si tenían éxito en la empresa, el agua del río llegaría completamente teñida de sangre y cubierta de roja espuma; pero que en caso de fracasar el agua correría limpia y clara, y que ellos desaparecerían para siempre, o sea, que morirían.

Ambos nahuales se encaminaron hacia el río. Cuando llegaron al sitio donde se encontraba la malvada Serpiente, se convirtieron en rocas y se aventaron al agua sobre la sierpe. Al recibir el golpe la Serpiente murió. Al poco rato, los habitantes de Santo Domingo vieron con sorpresa y deleite que el agua llegaba tinta en sangre espumosa. Todos se pusieron muy contentos porque los nahuales les habían salvado de una terrible catástrofe.       





                                                La tortuga que quiso ser fea


Cuenta una leyenda juchiteca que, hace mucho tiempo en los primeros días de la conquista espiritual de los españoles en Oaxaca, vivía en el agua de un río una bella tortuga que tenía una concha muy bonita y muy brillante que todos los habitantes del pueblo de Juchitán admiraban. Era tan bonita que los nuevos creyentes se la llevaban como ofrenda a San Vicente en su iglesia del pueblo.

Con el fin de obtenerla, las personas esperaban, pacientemente, a que saliera del agua, o bien la apresaban directamente del agua, para llevársela al santito. Cada día que se celebraba una fiesta religiosa de importancia, todos iban a la caza se la tortuga.

Ya que atrapaban a la bonita, pobre, lenta y torpe tortuga, la ponían en la parte baja del altar del santo. Como entonces la tortuga tenía la cola larga, los fieles le acercaban una llama de vela a ésta para que al sentir la quemadura, la tortuga se apresurara a subir hasta la parte alta del altar junto a San Vicente. Cuando se asustaba por la quemadura, la infeliz tortuga escondía la cabeza, las patas, y la cola dentro de su carapacho para defenderse; pero era peor porque entonces los creyentes le acercaban más la llama.



En cierta ocasión, el santo se dio cuenta de lo que le hacían a la bella tortuga y tuvo mucha lástima de ella. Delante de los feligreses reunidos en misa, bajoó dos escalones de su altar y la tomó en sus manos. Rápidamente la tortuga escondió su cabeza apenada, y con voz suplicante le pidió a San Vicente que la hiciera fea, para que así ya nadie quisiera cazarla para ofrendarla al santito.

Entonces, el santo, sin mediar una palabra le hizo grandes ojos, su cabeza la termino en punta y le transformó la concha brillante en opaca.

Sintiéndose ya fea, la tortuga bajó del altar y volvió a las aguas del río. Desde entonces nadie más quiso llevarla como ofrenda, pues la encontraban fea. Y si alguien se la llega a encontrar, la nueva tortuga, pudorosa, esconde la cabeza en su caparazón, feliz de ya no sufrir más quemaduras.





                                                                La matlacihua 


Una vez un señor salió de la cantina e iba camino a su casa, era ya muy tarde y en las calles de su pueblo ya no habían personas caminado. De repente vio a lo lejos a una mujer de vestido blanco, ésta estaba de espaldas. El señor se fue acercando más y más pues tenía que pasar por esa calle y de repente la mujer se dio la vuelta y lo estaba mirando mientras el señor se iba acercando. Él vio que era una mujer muy hermosa, de tez blanca, alta, de larga cabellera negra y ojos del mismo color, era muy hermosa. De repente la mujer le dijo:

-Pedro, ¿a dónde vas?  -A mi casa-dijo él-. La mujer le sonrió y le dijo          -¿No te quieres quedar conmigo?, ven acompáñame.

Su voz sonaba tan dulce pero al mismo tiempo imponente que el señor no se pudo resistir. La mujer le dio la mano para que caminaran juntos y cuando el hombre le agarró la mano sintió que estaba muy fría. Pedro caminaba embobado sin saber a dónde se se dirigían. De repente miró hacia abajo y vio que la mujer estaba flotando pero estaba fuera de sí, como himnotizado que no le dio importancia.

Al otro día, Pedro amaneció en un cerro cerca de su pueblo, había pasado la noche ahí y no se acordaba cómo había llegado a ese lugar, sólo recordaba a la bella mujer que se encontró en el camino. El hombre etaba herido, tenía rasguños en los pies y algunos raspones en la rodilla y manos y era porque había escalado hasta ese cerrro. Se levantó pero aún seguía ido, caminó hasta llegar a su casa, entró pero no dijo nada. Durante tres días no habló ni una sola palabra, no comía bien y estaba como ido. La gente del pueblo decía que se lo llevó la matlacihua y que le “jugó su cabeza”.



Este relato lo contó el señor después de reponerse y fue circulando por todo el pueblo. Exactamente no se sabe en qué lugar sucedió pero ha llegado a oidos de otras personas de otros pueblos que lo siguen contando.

La matlacihua es una bella mujer que se lleva a los hombres, no se sabe qué les hace pero algunos ya no regresan y los que regresan terminan mal y en casos extremos pierden el juicio. La matlacihua cautiva a los hombres con su belleza y por eso se van con ella.



Cada pueblo o lugar tiene su propia versión de la matlacihua, esta es la que yo me sé. ¿Cuál es la tuya?





                                                             Los nahuales




En la región de San Pedro Huamelula existen los nahuales. Una persona nahual es aquella que tiene la capacidad de convertirse en un determindo animal, es decir, la conforman dos partes, una humana y otra espiritual que es su animal. Pero el efecto de la transformación sólo ocurre por las noches, es ahí cuando pierden su forma humana para dar paso al animal y actuar como él. Las personas que eran nahuales tenían bien guardado su secreto de qué animal eran, se podía saber que se tranformaban en algo pero nadie sabía en qué. Algunos nahuales son agresivos e intentan atacar a las personas pero todo depende de la forma animal que tomen; por ejemplo si se convierte en conejo no es probable que ataquen pero eso también depende del uso que le den a su lado animal.



Mi abuelo decía que esa práctica de ser nahual era muy común en los pueblos, que las personas solían hacer una especie de ritual para que sus hijos pudieran ser nahuales. Había desde sapos, burros, cerdos hasta tigres y animales grandes que solían merodearse por las calles en la oscuridad de la noche. La forma que toman las personas cuando se convierten en animales rebasa las dimensiones de un animal común.

Mi abuelo me contó este pequeño relato sobre un nahual: “Dice que una vez una cerda enorme estaba paseándose con sus crías por las calles ya entrando el anocheser y llegó a casa de una señora y que ahí destrozó algunas plantas que tenía porque el animal estaba buscando algo de comer, entonces dice que la dueña de la casa vio lo que estaba haciendo el animal y le dio un garrotazo, entonces la cerda se fue corriendo con sus crías. Al otro día, su vecina, una señora anciana, se estaba quejando de que le dolía la espalada y no podía caminar bien. Era porque la anciana era el animal que estuvo la noche anterior en su casa”. Cuando un nahual en forma de animal recibe un golpe, los efectos recaen en su forma humana.


Los nahuales no sólo existen en esta región, en casi todo el país se escuchan anécdotas sobre estos seres; en algunos lugares no se llamán nahuales se suelen llamar de otra forma y pueden hasta cambiar las características que puedan tener, pero en escencia son personas que se convierten en animales. Dicen que cuando un nahual quiere atacarte lo que debes hacer es tomar un pedazo de ocote y bañarlo en orín y de esa forma auyentarás al animal, eso fue lo que nos contó un profesor que es de San Blas que una vez vio a un nahual que lo quería atacar.





                                             Pepe y Lolita …“el tramo de la muerte”


Tres kilómetros de terror para los automovilistas.

En ll trayecto de la Carretera Panamericana federal Tehuantepec- Juchitán, se ubica un paraje denominado Pepe y Lolita, que abarca tres kilómetros de carretera, en la última década se ha convertido en la ruta del terror para los automovilistas, debido a que constantemente se registran accidentes carreteros, que en la mayoría de las veces ha terminado en la muerte.

Pepe y Lolita, es un rancho ubicado sobre el tramo carretero Juchitán – Tehuantepec, a la altura del kilometro 263, su nombre proviene de antiguos propietarios, quienes tuvieron una pareja de hijos llamados Pepe y Lolita, quienes se saben son originarios del municipio de El Espinal.

Decenas de personas al año mueren en esta importante vía de comunicación, donde pareciera ser que existe un karma negativo, algunos que han sobrevivido a este “ tramo de la muerte”, dicen que se trata de seres extraños que aparecen sobre la carretera y los han hecho perder el control, otros más dicen que es el exceso de velocidad.

Durante las investigaciones realizadas y en entrevistas a los campesinos que desde niños habitan sobre dicho tramo, señalaron los ritos espirituales que realizan un grupo de personas vestidas con túnicas blancas que podrían estar ligadas con los múltiples accidentes que se registran.



De acuerdo a sus relatos, los ritos que realizan estas personas, son a un costado del tramo Pepe y Lolita, donde prenden veladoras, queman aceite y presuntamente matan animales como símbolo de un sacrificio realizando una cruz de cinco picos.

Entre las narraciones de los campesinos, una de las más sobresalientes y que pudiera ser la causa de los múltiples accidentes, es que hace quince años aproximadamente, en el kilómetro 261, falleció una pareja de recién casados vestidos de novios, quienes se dirigían a su luna de miel, y según la narración fue en este tramo, cuando la camioneta en el que viajaban comenzó a arder en llamas, ocasionando la muerte instantánea de la pareja.

Curiosamente, los fatales accidentes se han registrado los días viernes y los días martes.



LO QUE LA GENTE CUENTA

Un perro negro, zopilotes, una mujer vestida de blanco, duendes, hombres vestidos de charros, una mujer embarazada, una persona que pide auxilio, entre otras versiones, son las que cuentan los habitantes del lugar.

Los taxistas, quienes frecuentan mayormente este tramo carretero, son los que argumentan haber visto a una mujer vestida de blanco rondar por la carretera, a la cual evitan atropellar, lo que ha ocasionado los múltiples accidentes.

Eran las 19 horas, cuando un automovilista narró que se le cruzó un perro de color negro y de gran tamaño. “Me dirigía a Juchitán, luego de viajar a Oaxaca, en ese tramo denominado Pepe y Lolita, pasando la Base Aérea, se me cruzó repentinamente un perro negro, por lo que le di a mi volante rápidamente y me estampé con otro camión y sentí que atropellé al perro, por fortuna no morí y le pregunté a las autoridades que llegaron al lugar, nunca reportaron la muerte de un perro en ese accidente”.

Este automovilista, omitió su nombre, sin embargó, dejó claro que recientemente en el accidente registrado el 15 de agosto, casualmente parecía ser un perro el que se atravesó entre los dos vehículos, donde dejó a cuatro personas muertas y un herido, el cual hasta la fecha aún no se recupera y su estado de salud es grave, pero en el lugar de los hechos, junto a los tres cuerpos fue localizada la pierna de un animal que podría ser un perro, pero su cuerpo nunca apareció.

Una de las versiones sobresalientes es la que narró un campesino de aproximadamente 84 años de edad, quién desde su infancia ha vivido junto al tramo carretero, mismo que manifestó que hace dos décadas había visto a tres niños en el paraje Pepe y Lolita, a los que él seguía, sin embargo al llegar al rancho éstos desaparecieron.



“Eran como a las 3:00 de la tarde, cuando me dirigía a tomar el autobús y repentinamente visualicé a tres niños, quienes caminaban frente a mí, imaginándome que también abordarían el mismo autobús, sin embargo al llegar a la parada, los perdí de vista y no los vi más cerca del lugar, en ese instante un enorme escalofrío recorrió todo mi cuerpo, por lo que me percaté que no se trataban de personas terrenales, sino de posibles duendes”, indicó.

Un tercer campesino, contó que su abuela venía caminando en el paraje Pepe y Lolita y frente a ella venía una persona vestida de blanco, la cual se percató flotaba por el aire y no tenía pies.

“Na´ xhaguela ti dxii biyave ti gunaa seeda saa luu bii, ora que la` biabirii ladibe´ (en zapoteco) …

Me contó mi abuela, que venía caminando por la carretera cuando vio a una mujer flotando por los aires, por lo que le dio mucho escalofrio”.

También señaló que podría tratarse de la pareja de novios que hace quince años fallecieron en dicho lugar.

Ante esto, no existe explicación alguna que justifique solo en estos tres kilómetros se registren múltiples accidentes, pues todo el tramo es recto y solo en ese tramo es en el que se han registrado y continúan registrándose accidentes fatales.



DATOS EXTRAOFICIALES

Lugareños del tramo carretero, manifestaron que existe un grupo de al menos 15 personas, que vestidas de túnicas blancas, realizan ritos espirituales junto al paraje Pepe y Lolita; encienden velas, queman aceite, y presuntamente sacrifican animales, como símbolo de liberación espiritual, sin embargo aseguran que podrían ser éstos la causa de los accidentes.

Se realizó la investigación y se comprobó que cerca del lugar, se encuentra una iglesia espiritista de nombre “El sol luciente”, donde se reúnen las personas antes mencionadas, quienes efectivamente visten túnicas blancas.

Es de recalcar, que las autoridades pese a que conocen de la multiplicidad de accidentes fatales en este tramo carretero, no han hecho nada por buscar estrategias viales para disminuir el alto índice de accidentes que se registran.

Algunos automovilistas sugirieron que sobre el tramo se colocaran preventivos, más señalamientos, iluminación y reductores de velocidad, con la finalidad de obligar a los choferes a bajar la velocidad.

Por último, el capataz del rancho Pepe y Lolita argumentó lo siguiente: “Llevo casi 24 años viviendo en Pepe y Lolita y, gracias a Dios nunca me ha ocurrido nada, aunque antes de mi llegada, los campesinos de mi alrededor y vecinos del poblado de Álvaro Obregón, me advirtieron que el lugar era peligroso para mí y mi familia, y que no sabía en dónde me estaba metiendo, sin embargo, los ignoré debido a mis creencias religiosas”.

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